22º Semana ordinaro
San Bartolomé Gutiérrez (1632)
San Salomón Leclercq (1792)
1Tes 5,1-6.9-11: Murió por nosotros para que vivamos con él
Sal 27: «El Señor es mi luz y mi salvación»
Lc 4,31-37: Los espíritus inmundos le obedecen
31 En aquel tiempo, bajó Jesús a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente.
32 Estaban asombrados de su enseñanza porque hablaba con autoridad.
33 Había en la sinagoga un hombre poseído por el espíritu de un demonio inmundo, que se puso a gritar:
34 ¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: ¡el Consagrado de Dios!
35 Jesús lo increpó diciendo: ¡Calla y sal de él! El demonio lo arrojó al medio y salió de él sin hacerle daño.
36 Se quedaron todos desconcertados y comentaban entre sí: ¿Qué significa esto? Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.
37 Su fama se difundió por toda la región..
Jesús sana a un endemoniado liberándolo de un mal espíritu que lo poseía. La enseñanza de Jesús sorprende a sus oyentes, porque su palabra tiene la capacidad de realizar lo que anuncia. El propósito fundamental que lo acompaña es el de sanar, consolar, dar esperanza. La fuerza vital de Jesús procede de la unción por el Espíritu (Lc 4,14.18), y lo manifiesta enfrentándose al espíritu inmundo, al cual increpó diciéndole: «¡calla y sal de él!». A la luz de este relato estamos llamados a redescubrir el evangelio de Jesús, como esa Buena Noticia cargada de energía transformadora. En muchas ocasiones, dando por sabido los textos, no nos dejamos llenar de su fuerza vital, limitando posibilidades al Espíritu. Ver a Jesús actuando contra las fuerzas del mal, no debería dejarnos indiferentes, tendría que motivarnos a no darle cabida en nuestro corazón. No acostumbrarnos a ser portadores de energía negativa o violenta es el desafío que tenemos los creyentes. Necesitamos encarnar esa Palabra y pasar como Jesús haciendo el bien.
“Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Papa Francisco).