Primer Lectura: Éx 12,37-42:
Noche en que el Señor sacó a Israel de Egipto
Salmo: 136:
«Porque es eterna su misericordia»
Evangelio: Mt 12, 14-21:
Les mandó que no lo descubrieran
15a Semana Ordinario, San Arsenio (450), Santas Justa y Rufina (287)
15 Pero él se dio cuenta y se fue de allí. Le seguían muchos; sanaba a todos
16 y les pedía encarecidamente que no lo divulgaran.
17 Así se cumplió lo que anunció el profeta Isaías:
18 Miren a mi siervo, a mi elegido, a quien prefiero. Sobre él pondré mi Espíritu para que anuncie la justicia a las naciones.
19 No gritará, no discutirá, no voceará por las calles.
20 No quebrará la caña débil, no apagará la vela vacilante, hasta que haga triunfar la justicia.
21 Y en su nombre esperarán las naciones.
El Dios de Jesús no es comprendido desde el poder sino desde la gratuidad del amor. Por eso el proyecto del Reino encuentra el rechazo de la estructura religiosa que gozaba de prestigio y autoridad; se escandalizan de tener que servir al pueblo, sin recibir una compensación. Han sido formados como funcionarios, profesionales de lo religioso, a quienes se les debe retribuir. Es ofensivo que Jesús hable de un Dios cercano y amigo que se revela y manifiesta en los empobrecidos y marginados. Muchos de sus seguidores se entusiasman al comenzar, pero cuando descubren lo arduo del camino pierden el encanto inicial. Comprometernos con el proyecto del Reino, nos recuerda que seguimos a un siervo sufriente que entrega su vida por amor.
“Hemos dicho tantas veces que Dios habita en nosotros, pero es mejor decir que nosotros habitamos en él, que él nos permite vivir en su luz y en su amor” (GE 51).