23a Semana Ordinario
San Nicolás de Tolentino (1305)
Col 3,1-11: «Han muerto con Cristo»
Sal 145: «El Señor es bueno con todas sus criaturas»
Lc 6,20-26: «¡Dichosos ustedes…!» «¡Ay de ustedes…!»
Dirigiendo la mirada a los discípulos, les decía: Felices los pobres, porque el reino de Dios les pertenece. Felices los que ahora pasan hambre, porque serán saciados. Felices los que ahora lloran, porque reirán. Felices cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y desprecien su nombre a causa del Hijo del Hombre. Alégrense y llénense de gozo, porque el premio en el cielo es abundante. Del mismo modo los padres de ellos trataron a los profetas. Pero ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están saciados, porque pasarán hambre! ¡Ay de los que ahora ríen, porque llorarán y harán duelo! ¡Ay de ustedes cuando todos los alaben! Del mismo modo los padres de ellos trataron a los falsos profetas.
Comentario
El texto de hoy nos presenta el inicio del Sermón del Llano. Es un discurso revolucionario en el cual se contraponen los valores de este mundo con los valores que nos propone el Evangelio. Lucas presenta las cuatro bienaventuranzas confrontándolas con las cuatro imprecaciones. A los ojos del mundo se felicita a quienes ostentan riquezas, poder y prestigio, pero Jesús enseña que los pobres, los con hambre, los que sufren y los perseguidos son quienes califican para participar del Reino. Jesús invierte nuestra escala de valores. Las Bienaventuranzas nos muestran cómo en la vida nos movemos en esas tensiones y tentaciones, enseñándonos donde debemos situarnos en nuestra vida cristiana. Ante el clamor de tantos hermanos y hermanas que sufren ¿cuál es nuestra actitud? Configuremos nuestra vida de fe, no a partir de las seguridades y éxitos, sino desde el amor que prodigamos. El corazón humilde y necesitado es capaz de solidarizarse, mucho más que el de quienes tienen una vida resuelta y hasta pueden prescindir de Dios.
“Una tarea movida por la ansiedad, el orgullo, la necesidad de aparecer y de dominar, ciertamente no será santificadora” (GE 28).