Primera lectura: Is 58,1-9a:
El ayuno que quiere el Señor
Salmo: 51:
«Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias»
Evangelio: Mt 9,14-15:
Cuando se lleven al novio, entonces ayunarán
Viernes después del Miércoles de Ceniza Santas Perpetua y Felicidad, mártires (203) Santa María Antonio de Paz y Figueroa (1799)
15 Jesús les respondió: ¿Pueden los invitados a la boda estar tristes mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les arrebaten el novio y entonces ayunarán.
Y ahora la experiencia del ayuno. Existen dietas de carácter estético o para el cuidado de la salud (bajar de peso o regular niveles de azúcar o de triglicéridos). O ayunos por condicionamiento moral (castigar el cuerpo para salvar el alma) o por disciplina deportiva o, incluso, los obligados por la economía familiar. Pero el ayuno de Jesús va por otra vía. No solamente se reduce al alimento. Es el ayuno de aquellas actitudes o realidades que hacen daño al individuo o al entorno. Ayunar de cometer injusticias, actuar con violencia, murmurar o descalificar personas, en fin, cada uno puede pensar el ayuno que más necesita ofrecer a Dios. Además, pensar en el ayuno que se hace gesto y actitud solidaria con aquellos hermanos y hermanas que sufren por tantas carencias. Salir de la propia zona de confort para entrar en comunión con los demás. Ayunar del ruido, que me permita el encuentro conmigo mismo, con Dios, con el prójimo y con toda la creación.
“Debemos esforzarnos todos por derribar los muros que nos separan y construir puentes que favorezcan la cultura del encuentro” (Papa Francisco).