Primera lectura: Jl 2,12-18:
«Rasguen sus corazones»
Salmo: 51:
«Misericordia, Señor: hemos pecado»
Segund lectura: 2Cor 5,20–6,2:
Reconcíliense con Dios: ahora es tiempo favorable
Evangelio: Mt 6,1-6.16-18:
«Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará»
Miércoles de Ceniza San José Oriol (1702)
2 Cuando des limosna no hagas tocar la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que los alabe la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga.
3 Cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;
4 de ese modo tu limosna quedará escondida, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
5 Cuando ustedes oren no hagan como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga.
6 Cuando tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre a escondidas.
16 Cuando ustedes ayunen no pongan cara triste como los hipócritas, que desfiguran la cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su paga.
17 Cuando tú ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara,
18 de modo que tu ayuno no lo vean los demás, sino tu Padre, que está escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Comenzamos el tiempo de cuaresma. Tiempo propicio para la revisión de vida personal, familiar, comunitaria, eclesial. Hoy es miércoles de ceniza. Memoria y conciencia de nuestra precariedad y pequeñez. No somos más que polvo, manifestación de lo efímero de la vida. ¿De qué valen posesiones, títulos, propiedades, honores, cargos de alto nivel? Si no te permiten vivir y compartir, de nada valen. Hemos nacido de Dios y a él hemos de volver. Hoy, nuevamente, reconocemos nuestros desaciertos para enmendarlos. Es posible resignificarnos y manifestar a Dios con nuestro testimonio. Las prácticas cuaresmales vividas con sinceridad nos permiten volver a nuestro centro en Dios. Sin dobles intenciones, conducirnos en libertad, anhelando la transformación de la vida y sus relaciones. Vivamos la cuaresma, no como un periodo litúrgico más, sino como el Kairós: el tiempo propicio de Dios para hacernos personas nuevas.
“Los fieles están llamados a comprometerse, cada uno a partir de la comunidad en la que vive, para que la Iglesia sea siempre más inclusiva” (Papa Francisco).