Primera lectura: Heb 4,12-16:
Acerquémonos a Dios
Salmo: 19:
«Tus palabras, Señor, son espíritu y vida»
Evangelio: Mc 2,13-17:
«He venido a llamar a los pecadores»
1ª Semana Ordinario Santa Prisca (s. I)
14 Al pasar vio a Leví de Alfeo sentado junto al banco de los impuestos, y le dijo: Sígueme. Él se levantó y lo siguió.
15 Mientras estaba comiendo en su casa, muchos recaudadores y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Porque muchos eran seguidores suyos.
16 Los letrados del partido fariseo, viéndolo comer con pecadores y recaudadores, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come con recaudadores y pecadores?
17 Lo oyó Jesús y respondió: Del médico no tienen necesidad los sanos sino los enfermos. No vine a llamar a justos sino a pecadores.
El Papa Francisco desde el inicio de su pontificado recordaba que la Iglesia es un hospital de campaña con heridos buscando a Dios y no un museo de santos. Idealistamente muchos cristianos creemos que en la Iglesia sólo hay lugar para los buenos que quieren ser perfectos, para personas ejemplares y virtuosas. En el Evangelio de hoy nos damos cuenta cómo Jesús hace una opción prioritaria por acompañar a las personas desde su realidad de pecado para recuperarlas. Jesús nos recuerda que nuestras comunidades están llamadas a ser casas abiertas donde toda persona encuentre un soporte a su vulnerabilidad y amor incondicional que sane las heridas de su pecado. Vivir la santidad como discípulo y discípula de Jesús no es con base a mérito o voluntarismo humano, sino por la gracia que transforma nuestra vida. Estamos llamados como Jesús a ser instrumentos o canales mediante los cuales es comunicado el amor de Dios. Que seamos expertos en reparar lo que está roto y en apreciar lo valioso de cada persona.
“Las personas migrantes, refugiadas, desplazadas y las víctimas de la trata, se han convertido en emblema de exclusión” (Papa Francisco).