Primera lectura: Dt 26,16-19:
Serás el pueblo santo del Señor
Salmo: 119:
«Dichoso el que camina en la voluntad del Señor»
Evangelio: Mt 5,43-48:
«Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto»
1ª Semana de Cuaresma Santa Luisa de Marillac (1660)
43 Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores.
45 Así serán hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.
46 Si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué premio merecen? También hacen lo mismo los recaudadores de impuestos.
47 Si saludan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? También hacen lo mismo los paganos.
48 Por tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo.
¡Amar a los enemigos! Es de las máximas de comportamiento moral que propone Jesús a quienes lo siguen. Es claro que amar a las personas cercanas o con quien nos llevamos bien, es relativamente fácil e, incluso, gratificante. Pero, amar al adversario que con toda seguridad nos ha hecho daño o nos ha herido, no resulta nada fácil. La lógica instintiva nos conduce a pensar en la autodefensa y, para muchos, en la venganza. Es decir, el ojo por ojo y diente por diente. El que la hace la paga, se dice en ámbitos sociales y círculos jurídicos. Pero la lógica de Jesús no se acomoda al desquite. Tampoco se trata de apoyar la impunidad de grandes crímenes. Es necesario exigir siempre una justicia reparadora. Actitudes como el odio y la venganza, aun respaldadas de legalidad, demuestran no ser buenas consejeras. Mientras no se quiebren las espirales de violencia resulta imposible instaurar la verdadera paz, personal y comunitaria. Disponernos a ser personas pacíficas y no vengativas es un asunto central de la fe.
“Si lo queremos, podemos transformar las fronteras en lugares privilegiados de encuentro” (Papa Francisco).