Primera lectura: Heb 2,14-18:
Dios lo hizo semejante a nosotros
Salmo: 105:
«El Señor se acuerda de su alianza eternamente»
Evangelio: Mc 1,29-39:
Sanó a varios enfermos
1ª Semana Ordinario San Pablo, El Ermitaño (342)
30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo comunicaron inmediatamente.
31 Él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirlos.
32 Al atardecer, cuando se puso el sol, le llevaron toda clase de enfermos y endemoniados.
33 Toda la población se agolpaba a la puerta.
34 Él sanó a muchos enfermos de dolencias diversas y expulsó muchos demonios, pero a éstos no les permitía hablar, porque sabían quién era él.
35 Muy de madrugada se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando.
36 Simón y sus compañeros salieron tras él
37 y, cuando lo alcanzaron, le dijeron: Te están buscando todos.
38 Les respondió: Vámonos de aquí a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues a eso he venido.
39 Y fue predicando y expulsando demonios en las sinagogas por toda la Galilea.
El pasaje de hoy nos revela la profundidad de la misión de Jesús. Nos encontramos con dos caras de la misma moneda, una propuesta y un compromiso. En la comunión con Dios comprendemos que su proyecto anhela la plenitud de las personas, liberándolas de cuanto las oprime. En el relato de hoy se trata de recuperar de la enfermedad e incorporar a las personas a la vida de comunidad. Pero, el proceso se queda a medias si no hay respuesta por parte de las personas. Quien tienen un encuentro sanador-liberador con Jesús, como lo vivió la suegra de Pedro, inmediatamente y en actitud agradecida corresponde sirviendo con amor. La experiencia del Dios de Jesús lleva a la comunidad discipular a compartir en reciprocidad y gratuitamente el amor recibido. Dios nos ama y transforma, para que nosotros seamos capaces de cuidar o atender toda realidad necesitada. Esta es la llamada de todo cristiano en el mundo, ser vicarios (mediadores) del amor de Dios. ¿Cómo correspondemos al amor recibido de Dios?
“La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar solo en nosotros mismos, nos convierte en insensibles al grito de los demás” (Papa Francisco).