20º Semana ordinaro
San Juan Eudes (1680
Jue 6,11-24a:
«Gedeón, salva a Israel. ¡Yo te envío!»
Salmo 85:
«El Señor anuncia la paz a su pueblo»
Mt 19,23-30:
Para Dios todo es posible
Jesús dijo a sus discípulos:
23 Les aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
24 Se los repito, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.
25 Al oírlo, los discípulos quedaron muy espantados y dijeron: Entonces, ¿quién podrá salvarse?
26 Jesús los quedó mirando y les dijo: Para los hombres eso es imposible, para Dios todo es posible.
27 Entonces Pedro le respondió: Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué será de nosotros?
28 Jesús les dijo: Les aseguro que, en el mundo nuevo, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
29 Y todo aquel que por mí deje casas, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y heredará vida eterna.
30 Muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros.
Es natural que cuestionemos a Dios por su aparente ausencia y la incertidumbre de su intervención histórica. Esta reacción es necesaria para drenar el dolor y la frustración, pero debe abrirnos a nuevas posibilidades de generar esperanza y acciones humanizadoras. Pudo ser el caso de Gedeón que cuestiona a Dios por su ausencia, solicitándole una señal. Dios se revela en una acción que del temor conduce a la paz. ¿Cuántas veces nos habrá visitado el Señor y nosotros no hemos percibido su presencia o captado su mensaje? Reconozcamos con el salmista esa acción providente de Dios, en acciones de justicia a favor de los empobrecidos de nuestras comunidades. Por el contrario, los frutos de la riqueza mal habida, por su obtención injusta, siempre terminan en desgracia. Jesús motiva a la comunidad discipular a abrazar con valentía el estilo de vida en pobreza, porque no quedarán sin recompensa. El mayor premio será la felicidad del corazón. La resiliencia se convierte para los creyentes en oportunidad de dar testimonio de la fe en Jesús.
“La paradoja es que a veces, quienes dicen no creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes” (Papa Francisco).