“Merece la pena esperar y no desesperar, este mundo se sostiene por la esperanza de quienes hacen algo para mejorar”
Inauguramos este último mes del año con el Adviento, tiempo de espera activa, es decir, comprometida. Esperamos como lo hicieron los personajes bíblicos que tanto admiramos: los Profetas, María, José, Isabel, Zacarías, etc. Se trata de una espera paciente, confiada y colaborativa.
Nuevamente tenemos la oportunidad de hacer un alto en medio del ruido y las prisas para disponer nuestros corazones. Este tiempo nos invita a mirar más allá de las luces y los regalos, para centrar la atención en el verdadero sentido de la Navidad: el amor de Dios que se hace cercano y humano.
Las lecturas de Adviento nos ofrecen figuras que iluminan nuestro camino. Isaías nos inspira con su esperanza en un mundo renovado, donde florecen la justicia y la paz. Juan el Bautista nos invita a convertirnos, a allanar los caminos del Señor y a dejar a un lado todo aquello que nos aleja de Dios. Y María, con su fe y su “sí” confiado, nos enseña a esperar con alegría y humildad.
Celebremos una Navidad auténtica, menos marcada por el consumo y más por el encuentro: con Dios, con nuestras familias y con los que más necesitan esperanza. ¡Preparemos el pesebre de nuestra vida para celebrar al Dios con nosotros!