Primera lectura: 1Jn 3,22–4,6:
Examinen si los espíritus vienen de Dios
Salmo: 2:
«Te daré en herencia las naciones»
Evangelio: Mt 4,12-17.23-25:
Está cerca el Reino de los cielos
(Epifanía en algunos países: ver el día 5) Melchor-Gaspar-Baltasar
13 salió de Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí.
15 Territorio de Zabulón y territorio de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos.
16 El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz intensa, a los que habitaban en sombras de muerte les amaneció la luz.
17 Desde entonces comenzó Jesús a proclamar: ¡Arrepiéntanse, que está cerca el Reino de los cielos!
23 Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias.
24 Su fama se difundió por toda Siria, de modo que le traían todos los que padecían diversas enfermedades o sufrían achaques: endemoniados, lunáticos, paralíticos y él los sanaba.
25 Lo seguía una gran multitud de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.
Al enterarse Jesús de la detención de Juan el Bautista, se establece en Cafarnaúm donde se dispone a dar continuidad a la misión del Reino. Este desplazamiento de Jesús no es ocasional sino representativo de lo que llamamos opción por los empobrecidos y las periferias. Todo aquello marginal y despreciado por la élite religiosa y política será el germen de un nuevo inicio. El primer paso es el reconocimiento de la dignidad humana maltratada y el arrepentimiento. El camino a seguir es el de un proceso paciente de transformación personal y comunitaria. Jesús no solo proclama un mensaje vacío, también lo traduce en acciones sanadoras y dignificadoras de la vida maltratada por el mal. No será difícil identificar todo aquello que se empeña en mantenernos en la oscuridad. A partir de la luz que viene de Dios, nuestras comunidades han de dar continuidad a esta misión humanizadora, haciendo presente a Dios y su Reino de amor y justicia. Continuemos reconociendo esas periferias o márgenes en los que Dios busca hacerse presente.
“Dondequiera que decidamos construir nuestro futuro… lo importante es que haya siempre allí una comunidad dispuesta a acoger” (Papa Francisco).