Editorial Febrero
Los primeros trece días de febrero nos permitirán vivir dos domingos del tiempo ordinario previo a iniciar la cuaresma. Y nos dejamos acompañar por el evangelista Marcos que continúa realizando su ministerio de consolación y liberación. No es un predicador cualquiera (como los falsos profetas), ni un simple curandero, no busca poder, prestigio o dinero. Su demarcación de los espacios considerados sagrados, lo hacen próximo a las realidades de dolor y marginación. Nos dejamos aleccionar por su compasión entrañable para suscitar en nuestras comunidades apostolados que respondan a las necesidades del entorno.
A las puertas de otra cuaresma, pensemos cómo desintoxicarnos física y espiritualmente de todo lo que nos debilita o enferma. Acompañemos a Jesús en el desierto donde nos enseña a enfrentar y vencer las tentaciones (Primer domingo de Cuaresma); dejémonos transfigurar con y en él, manifestando lo de Dios que nos habita, para no deshumanizarnos (Segundo domingo de Cuaresma). Vivamos con intensidad nuestro camino de madurez en la fe y en el amor. Es tiempo propicio para amar nuestra frágil condición de barro, diciendo como San Pablo: «cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2Cor 12,10), enfatizando que es la gracia de Dios la que nos sostiene.