Editorial de Agosto 2023
“Quien cierra su corazón a la aflicción de su prójimo, se excluye a sí mismo de la ternura del Padre, es decir, del Reino. Quien, por el contrario, abre su corazón a la miseria de su hermano hace que fluya en él a raudales la corriente de ternura que procede de Dios” (Éloi Leclerc).
Nos encontramos en entornos que no sólo desfiguran el paso de Dios en la historia, sino que desfiguran lo que significa en esencia ser persona humana. Tal parece que el único objetivo del sistema que rige el devenir es privilegiar el bienestar y disfrute personal sin preocupación alguna (incentivando la cultura del consumo y el entretenimiento ilimitado); una promesa de futuro ofrecida para unos pocos a costa del sufrimiento de las mayorías. Se tiene la estrategia del adormecimiento de las masas para que no sean capaces de reaccionar, ni de provocar cambios significativos.
A los seguidores de Jesús nos ha de seguir inquietando la pasividad, el adormecimiento, el miedo a generar cambios, por parte de muchos miembros de la Iglesia. Desde las comunidades eclesiales nos tenemos que comprometer a generar espacios de encuentro y proximidad con el dolor y el sufrimiento, y transformarlo en oportunidad para humanizarnos. Sólo si salimos del encierro y la indiferencia encarnaremos el evangelio y Dios se hará presente entre nosotros.
“Es verdad que una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros” (FT 41).