Editorial Agosto
“Comiéndote sabremos ser comida. El vino de sus venas nos provoca. El pan que ellos no tienen nos convoca a ser contigo el pan de cada día” (Don Pedro Casaldáliga, cmf).
El pan que es la propia vida fue lo que Jesús compartió sin medida. Todo este mes nos dejaremos acompañar por el discurso del Pan de Vida del evangelio de Juan. Partir, repartir y compartir lo que uno tiene, lo que uno es, lo que uno sueña y siente, esa es la verdadera misión del cristiano. Cuando compartes tu fuerza y tu debilidad, tu ilusión y tu debilidad, tu tiempo y tus palabras, cuando te compartes cada día, repites ese gesto eucarístico de Jesús, aún si no estas participando del sacramento.
Es lo que haces tú: el Hijo del Hombre; el Hijo de Dios, el Dios de rostro humano; el hombre cuya vida habla de Dios. Tú mismo te conviertes en don, en entrega, en regalo. Qué sorprendente forma de actuar en un mundo de brazos cerrados, donde, quien más quien menos, todos nos reservamos mucho.
Y nos preguntamos: ¿Quién se da? ¿Quién se da en mi mundo, en mi entorno? ¿Cómo puedo partirme y compartirme cada día un poco más?
“Lo más desafiante es atreverse a compartir la mesa con aquellos a quienes nadie invita o con quienes nadie elige sentarse: los ninguneados y los invisibilizados de ayer y de hoy”. (Michael Moore).