Editorial Marzo
Cada cuaresma es una oportunidad para madurar en el amor. Seguimos las huellas de Jesús que nos trazó el camino para ser discípulos. Un camino que habla de entrega, compasión y transformación. Una de las urgencias en nuestro mundo es el de aprender a vivir de un amor sin egoísmos, cargando nuestra cruz de cada día. Recordemos que es la falta de amor la que nos tiene padeciendo soledades, polarización, guerras y un futuro poco prometedor.
Jesús nos lo recuerda: «Si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). Hemos de estar atentos para no vivir con pesimismo, impacientes o desesperados. Este es el tiempo para el encuentro con Dios y también con nosotros mismos. Encontraremos la luz y la gracia que necesitamos para cargar con nuestras vidas y para hacernos cargo de la realidad circundante.
Cerramos el mes de marzo en la alegría desbordante de la Pascua pues, aunque tengamos que pasar por la cruz de dolor y por los infiernos de la realidad, al despuntar la aurora de nuestra vida, veremos al Dios vencedor de la muerte.