Primera lectura: Isaías 50,4-7:
“No me tapé el rostro ante los ultrajes”
Salmo: 22:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Segunda lectura: Filipenses 2,6-11:
Se humilló, por eso Dios lo ensalzó, sobre todo
Evangelio: Marcos 14,1–15,47:
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo (Abreviado)
Domingo de Ramos San Oscar Arnulfo Romero (1980) Santa Catarina de Suecia (1381)
2 Pero decían que no debía ser durante las fiestas, para que no se amotinase el pueblo.
3 Estando él en Betania, invitado en casa de Simón el Leproso, llegó una mujer con un frasco de perfume de nardo puro muy costoso. Quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza.
4 Algunos comentaban indignados: ¿A qué viene este derroche de perfume?
5 Se podía haberlo vendido por trescientos denarios para dárselos a los pobres. Y la reprendían.
6 Pero Jesús dijo: Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo.
7 A los pobres los tendrán siempre entre ustedes y podrán socorrerlos cuando quieran; pero a mí no siempre me tendrán.
8 Ha hecho lo que podía: se ha adelantado a preparar mi cuerpo para la sepultura.
9 Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará también lo que ella ha hecho.
10 Judas Iscariote, uno de los Doce, se dirigió a los sumos sacerdotes para entregárselo.
11 Al oírlo se alegraron y prometieron darle dinero. Y él se puso a buscar una oportunidad para ello.
Iniciamos la Semana Santa acompañando a Jesús con nuestras palmas y ramos. Ellos preanuncian o simbolizan la victoria de la vida sobre la muerte y han de representar también esas pequeñas o grandes victorias contra todo aquello que amenaza la vida de las comunidades, particularmente las más vulnerables. Es un buen día para agradecer por todas las causas que en el mundo claman: ¡justicia!
De la Palabra para este día aprovechemos las siguientes invitaciones que pueden ayudarnos a vivir mejor el encuentro con Dios y con la comunidad durante estos días santos:
1) Confiar y no acobadarse. Quien confía en el Señor procede con sabiduría y no traiciona sus principios (humanos y cristianos); se mantiene firme porque la fuerza no la encuentra en sí mismo ni en ayuda meramente humana. Dios, a quien escucha cada mañana con fidelidad, le hace fuerte frente a sus adversarios. ¿Cuántas veces nos dejamos vencer por la tentación y terminamos seducidos por el mal? ¿Qué necesitamos para responder con la valentía del siervo del Señor?
2) Entregarnos generosamente y despojarnos de nuestros egos. Este es el camino que nos asegura Jesús como camino de Salvación. No una búsqueda egoísta e indiferente de nuestra propia felicidad sino un camino compartido con quienes sufren y padecen. A contracorriente del mundo, que promueve la cultura del bienestar y del “sálvese quien pueda”, las comunidades cristianas han de recordar su vocación de servicio y entrega desinteresada. ¿De qué cosas alardeamos y de qué cosas debiéramos avergonzarnos frente a la cruz de Cristo?
3) Cargar con la cruz personal y con la ajena. No se puede decir que hemos escuchado el Evangelio si no lo encarnamos y lo padecemos como Jesús. ¡Ojo! La Pasión de Jesús fue redentora, no estéril o inútil, pues en ella encontramos la prueba fehaciente de un amor llevado hasta las últimas consecuencias. Un amor dignificador de las personas descartables, empobrecidas y marginadas que le hizo ponderar mejor la vida. Pudo haberse consagrado solamente a su familia y a su patrimonio pero prefirió consagrarse a la causa de Dios, que le invitó a amar más allá de sí mismo. Jesús nos muestra un nuevo camino, que inevitablemente pasa por la cruz. Por eso, sólo quien ama plenamente sabe que es necesario morir para dar vida a otros.
Recordemos en este día el símil de la semilla que muere para dar fruto porque en esta imagen podremos descubrir si nos estamos asegurando la vida o estamos en camino de donarla. ¿Hemos podido ayudar a otras personas a aliviar el peso de su cruz? ¿Con quiénes tengo que estar agradecido porque, gracias a sus sacrificios, soy lo que soy ahora?
“Morirá como un “excluido”, pero con su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no rechaza ni excluye a nadie de su perdón” (J.Pagola).