Primera lectura: Is 42,1-4.6-7:
«Miren a mi siervo, a quien prefiero»
Salmo: 29:
El Señor bendice a su pueblo con la paz
Segunda lectura: Hch 10,34-38:
Ungido por la fuerza del Espíritu Santo
Evangelio: Mt 3,13-17:
«Éste es mi Hijo querido, mi predilecto»
Bautismo del Señor
14 Juan se resistía diciendo: «Soy yo quien necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?».
15 Jesús le respondió: «Ahora haz lo que te digo pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena». Ante esto Juan aceptó.
16 Después de ser bautizado, Jesús salió del agua y en ese momento se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él;
17 se oyó una voz del cielo que decía: «Éste es mi Hijo querido, mi predilecto».
Justicia es la palabra que resuena en los textos bíblicos de hoy. En Isaías, el Siervo ha sido ungido para promover derecho en las naciones e implantarlo en toda la Tierra. Ha sido llamado para la justicia. Hechos y Mateo celebran el bautismo como una acción que abre el anuncio de la Buena Nueva consagrada en Justicia Plena, en la hechura del bien y el anuncio de la paz. El bautismo se presenta como un compromiso pleno con el proyecto del reino de Dios, con la Buena Nueva de paz preparada para este mundo. Con esta acción se nos invita a ser partícipes en la construcción de un nuevo momento. Un momento transformador que renueva no sólo a quien lo recibe, sino que implica un proyecto más grande y acogedor, un proyecto común que se vivifica y hace carne en el ejercicio del bien, la justicia, el derecho, el amor, la paz. Comprendamos que nuestro bautismo es un compromiso con el proyecto de justicia divina que dignifica toda vida.
“Este bautismo no era como el nuestro, que nos introduce en la vida de la gracia, sino que fue una consagración antes de comenzar la gran misión de su vida” (CV 25).