Primera lectura: Isaías 42,1-4.6-7:
Miren a mi siervo, a quien prefiero
Salmo: 29:
El Señor bendice a su pueblo con la paz Miren a mi siervo, a quien prefiero
Segunda lectura: Hechos 10,34-38:
Ungido por la fuerza del Espíritu Santo
Evangelio: Lucas 3,15-16.21-22:
«Tú eres mi hijo querido»
Bautismo del Señor Julián, mártir (303)
16 Juan se dirigió a todos: «Yo los bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno para soltarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego».
21 Todo el pueblo se bautizaba y también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo,
22 bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se escuchó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto».
La celebración del Bautismo del Señor no puede menos que recordarnos nuestro ser de bautizados, UNGIDOS como él, testigos de la gracia de Dios. Desde el Bautismo el Espíritu –si lo dejamos– ilumina lo que hay de Dios en nosotros y en nuestro mundo; también pone en evidencia aquello que arruina o destruye la vida; saca a la luz lo oculto, lo denuncia, y abre caminos de solución. Unción fue para Jesús y sus discípulos misión y compromiso. Los que viven en profunda relación con Dios reciben la fuerza para colaborar con la humanización del mundo –el Reino de Dios– dignificando la vida en todas sus formas (Sumak Kawsay).
Somos invitados a descubrir la encarnación de la Palabra en las realidades de sufrimiento. Lamentablemente muchos hemos guardado silencio, por mucho tiempo, y las fuerzas del anti-reino han puesto en entredicho que esa Palabra sea eficaz o, al menos, capaz de ayudar las personas a vivir de otra manera. Lo heredado del siglo XX y lo que va del siglo XXI se distancia de liberar a los oprimidos social, política y financieramente; de hecho, nos sigue costando algo tan básico como consolidar la familia, base de la sociedad.
A muchas personas bautizadas les cuesta comprender que su cuerpo es “templo” y se descuidan a sí mismas y a los demás. Quien no crece en lo humano difícilmente podrá amar incondicionalmente, perdonar o ser solidario y, mucho menos, cuidar de la naturaleza. Es poco probable que reproduzca la profunda experiencia de ser comunidad al estilo de Hch 2,42-47; 4,32-35.
Sin embargo, no todo está perdido; siguen existiendo iniciativas pequeñas como el Reino, que construyen puentes y generan esperanza. Ante las crisis, las personas podemos ser resilientes fortaleciendo lazos de fraternidad y sororidad, generando alianzas a favor de la vida, solidarizándonos con todas las personas, especialmente las más empobrecidas y necesitadas. ¿Es tu bautismo, la causa de tu entrega?
Queda la propuesta de hacer una pausa a lo largo de esta semana para retomar nuestro llamado bautismal a SER y HACER como Jesús, siendo “hijos e hijas en el Hijo”; desde nuestro ser de personas bautizadas, unir esfuerzos que aporten frescor a todo ambiente inhumano e injusto. Una invitación a aliviar el sufrimiento, la carencia, la necesidad de lo básico; una persona discípula de Jesús dice ¡presente! donde hay que actuar a favor de la vida. Podemos quienes en Jesús creemos. Claro que sí... ¿Caminamos?