Primera lectura: 1Jn 5,5-13:
El espíritu, el agua y la sangre
Salmo: 147:
Glorifica al Señor, Jerusalén
Evangelio: Lc 5,12-16:
Enseguida lo dejó la lepra
Después de Epifanía Raimundo de Peñafort (1275)
13 Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda sano». Al instante se le fue la lepra.
14 Y Jesús le ordenó: «No se lo digas a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés».
15 Su fama se difundía, de suerte que una gran multitud acudía a escucharlo y a sanarse de sus enfermedades.
16 Pero él se retiraba a lugares solitarios a orar.
Creer en Jesús es creer en sus hechos, evidenciando el significado que dio a su “bautismo” ofrendando su vida en la cruz, lugar donde no sólo vence su muerte, sino que abre a todos la posibilidad de salvar vidas con la ayuda del Espíritu de Dios. Hay muchos injustamente olvidados a quienes necesitamos atender con gestos y acciones que favorezcan la vida. En el evangelio encontramos un signo de desprecio y una ley injusta que dicta exclusión.
Sin embargo, Jesús opta por la vida desprotegida; la insinuación a Jesús «si quieres» en voz de un leproso, es el grito contenido de un marginado, expresión de un deseo que anhela una respuesta compasiva. Jesús se involucra con quienes tienen necesidad renovando su esperanza: «Quiero». Quizá conozcamos personas que no se cansan de esperar y clamar. ¿Qué tanto nos involucramos en procesos de ayuda a personas vulneradas en sus derechos? ¿Es acaso nuestro bautismo algo accesorio o está generando actitudes de amor y defensa de la vida en todas sus formas?