Primera lectura: Gén 1,1-19:
Dijo Dios, y así fue
Salmo: 104:
«El Señor goce con sus obras»
Evangelio: Mc 6,53-56:
Lo tocaban y quedaban curados
5a Semana Ordinario Alfonso María Fusco (1910) Pablo Miki y compañeros mártires (1597)
55 Recorriendo toda la región, le fueron llevando en camillas todos los enfermos, hasta el lugar donde habían oído que se encontraba.
56 En cualquier pueblo o ciudad por la que pasaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejara tocar al menos los flecos del manto. Y los que lo tocaban se curaban.
Una vez estuve en un estudio bíblico que me impresionó. Hablábamos comunitariamente del libro de Job, mostrando nuestra incomodidad por el final del relato, donde Job recibía el doble de lo que había perdido. Una compañera, sin embargo, notó algo iluminador. Dijo que la restauración de Job no estaba en sus bienes o en el nacimiento de nuevos hijos. Estaba en que la comunidad lo había acogido y abrazado una vez más en medio de ella. Cuando Jesús posa su mano sobre el cuerpo de las personas excluidas, marginadas y demonizadas, inicia un proceso de transformación de esa condición sufriente y vulnerable. El tocar de Jesús regeneraba, así como el abrazo de la comunidad restituyó a Job su humanidad y su dignidad. En momentos de angustia y sufrimiento las manos de quienes nos rodean, amistades, familia o incluso personas más lejanas, pueden ser liberadoras, tranquilizantes y sanadoras. Resistamos a la apatía, el individualismo y la marginación, acercándonos con amor y ternura a quienes necesitan del curativo toque de Dios.
“Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir «permiso, perdón, gracias»” (FT 224).