Primera lectura: Hch 8,26-40:
Siguió su viaje lleno de alegría
Salmo: 66:
Aclama al Señor, tierra entera
Evangelio: Jn 6,44-51:
Yo soy el pan vivo
3a Semana de Pascua Estanislao Kazimierczyk (1489)
45 Los profetas han escrito que todos serán discípulos de Dios. Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí.
46 No es que alguien haya visto al Padre, sino el que está junto al Padre, ése ha visto al Padre.
47 Les aseguro que quien cree tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de la vida.
49 Sus padres comieron el maná en el desierto y murieron.
50 Éste es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera.
51 Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne».
Cuando nos disponemos a tener un día de aventura o paseo, echamos en una bolsa o mochila lo indispensable: ropa adecuada, agua y algo para comer. Los antiguos peregrinos cargaban consigo un pan que les duraba para varios días: el viaticum, provisión para el camino. Sucesivamente, el viático pasó a significar la Eucaristía que se ofrecía a la persona moribunda como alimento que la acompañaría en el último viaje hacia Dios.
En el evangelio de este día, Jesús afirma ser ese «pan de vida», no como el maná de los hebreos en el desierto, que no les sació el hambre de sentido e igual murieron. Jesús, por lo contrario, con su muerte redentora permite a la comunidad discipular vivir satisfecha en él. Comulgar la Eucaristía no es, por lo tanto, un hecho mágico sino comunión con la vida, el testimonio y el proyecto liberador. Estás llamado a hacer de tu vida una eucaristía viva, ser otro “Cristo” para que la misión continúe, ahora, por nuestro medio. ¿Sabes ser pan partido y compartido para los demás?