Diario Bíblico en Español

27 de Marzo del 2023

Primera lectura: Dn 13,1-9.15-17.19-30.33-62:
Ahora tengo que morir
Salmo: 23: 
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo
Evangelio: Jn 8,1-11:
El que esté sin pecado, que tire la primera piedra

5a semana de Cuaresma Juan de Egipto (394)

1 En aquel tiempo, Jesús se dirigió al monte de los Olivos.
2 Por la mañana volvió al Templo. Todo el mundo acudía a él y, sentado, los instruía.
3 Los letrados y fariseos le presentaron una mujer sorprendida en adulterio, la colocaron en el centro,
4 y le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio.
5 La ley de Moisés ordena que mujeres como ésta sean apedreadas; tú, ¿qué dices? ...».
7 Como insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo: «El que no tenga pecado, tire la primera piedra».
8 De nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo.
9 Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos hasta el último. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí en el centro.
10 Jesús se incorporó y le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?».
11 Ella contestó: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques más».
 
Comentario 

 

“Aquel que salva una vida, salva al mundo entero” dice el Talmud, el libro sagrado de la religión judía. Pareciera que Jesús, empeñado en darle plenitud a la ley, se aferra a esta idea: la de salvar más allá de condenar. Ante la pregunta de los maestros de la ley respecto del adulterio, no se apresura a responder, consciente de que está en riesgo la vida de una mujer reducida a “objeto de impureza” por parte de una sociedad patriarcal machista. Jesús se abaja al nivel del suelo, donde se encuentra colocada en ese momento la dignidad de un ser humano. En contacto visual y emocional con la mujer, reflexiona y seguramente ora, pensando cómo ayudarla frente a tantas personas que la quieren ver muerta. La respuesta de Jesús apela a la verdad del proyecto de Dios, que no ha venido a condenar sino a recuperar la vida maltratada. Jesús nos recuerda que Dios no quiere un mundo de víctimas y victimarios, sino de vidas liberadas del egoísmo y la maldad.

“Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas” (FT 227).