Primera lectura: Jer 15,10.16-21:
¿Por qué se ha vuelto crónica mi llaga? Si vuelves, estarás en mi presencia
Salmo: 59:
Dios es mi refugio en el peligro
Evangelio: Mt 13,44-46:
Vende todo lo que tiene y compra el campo
17a Semana Ordinario Pantaleón, mártir (303)
45 El reino de los cielos se parece a un comerciante de perlas finas:
46 al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra».
En las confesiones que hemos estado leyendo estos días, Jeremías se percibe como un inadaptado. La vida del profeta está marcada por la contradicción de propios y extraños; vive en tensión constante, porque va a contracorriente; su parecer no se amolda al de los demás. Su convicción y seguridad le vienen de la palabra del Señor, no siempre clara ni constante. Ella es su alimento y coraza contra los embates de sus adversarios.
Hoy abundan profetas y, como en los tiempos de Jeremías, nos corresponde discernir los verdaderos de los falsos, por su apego a la palabra de Dios que libera. Nosotros mismos, bautizados, somos un pueblo de profetas. Cierto, hay voces que replican la propaganda de opresión, disfrazadas de progreso y bienestar; pero también las hay que llaman al discernimiento personal de la conciencia y a la defensa y promoción de la vida en todas sus formas. ¿Cómo podemos ejercitar nuestra identidad profética? ¿Cuál es nuestra experiencia con el profetismo en nuestra realidad?