Primera lectura: Is 58,1-9a:
El ayuno que Dios quiere
Salmo: 51:
«Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias»
Evangelio: Mt 9,14-15:
Cuando se lleven al novio, entonces ayunarán
Viernes después de Ceniza Modesto de Tréveris (486)
15 Jesús les respondió: «¿Pueden los invitados a la boda estar tristes mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les arrebaten el novio y entonces ayunarán».
Cuaresma es tiempo de serena alegría; alegría que alcanzamos mediante una revisión personal y comunitaria de nuestro caminar. Evidenciamos que para Dios no cuentan solo nuestras faltas o límites; también son importantes nuestras capacidades y posibilidades. No se trata de darnos golpes en el pecho por la culpa de lo que no hicimos bien, sino de visualizar en el horizonte las segundas oportunidades que nos regala la providencia de Dios en cada tiempo y lugar. Nuestra tarea es descubrir y apreciar esos momentos en los que la presencia amorosa de Dios acompaña, anima, enseña y respalda las respuestas de un seguimiento activo. Atesorar, celebrar y disfrutar en comunidad los testimonios de esa alianza de amor que se concreta en un amor incondicional y gratuito. El ayuno es una privación voluntaria que nos brinda la oportunidad de poner límite a nuestros deseos egoístas y así ser solidarios con quienes no tienen acceso a lo necesario para vivir. Encuentra fuentes de alegría verdadera. ¡Haz de tu ayuno una oportunidad para compartir con quien más necesita!
“Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser familia!” (FT 230).