Primera lectura: Éx 32,7-14:
Arrepiéntete de la amenaza
Salmo: 106:
Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo
Evangelio: Jn 5,31-47:
Moisés los acusa
4a semana de Cuaresma Toribio de Mogrovejo (1606)
37 «El Padre que me envió da testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz, ni han visto su rostro,
38 y su palabra no permanece en ustedes, porque al que él envió no le creen.
39 Estudian la Escritura pensando que encierra vida eterna, porque ella da testimonio de mí;
40 pero ustedes no quieren venir a mí para tener vida.
41 Yo no recibo honores de los hombres;
42 además yo sé que ustedes no poseen el amor de Dios.
43 Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me reciben; si otro viniera en nombre propio, lo recibirían.
44 ¿Cómo pueden creer, si viven pendientes del honor que se dan unos a otros, en lugar de buscar el honor que sólo viene de Dios?».
Para conocer a Dios no alcanza con leer, escuchar o estudiar sobre él, sobre su misterio; es necesario el encuentro y la experiencia con él. Necesitamos que su amor providente nos haga capaces de percibirlo vivo y presente en todos los espacios de la vida, incluidos los momentos de prueba. Jesús nos revela un Padre que nunca nos abandona y padece con nosotros en la adversidad. Por eso es necesario que, personalmente y como comunidad, nos detengamos a pensar si él es la fuente que vitaliza e impulsa nuestras vidas. Reconozcamos que vivimos en un mundo que busca opacar a Dios dándonos a beber de otras fuentes que, en lugar de darnos plenitud, nos resecan y deshumanizan. Recordemos que Dios siempre nos está esperando como médico, como maestro, como justo juez misericordioso. En la medida en que nos humanizamos, abrimos el corazón no a un Dios Todopoderoso sino Todo-bondad y misericordia que, en Jesús, recibe el rechazo de quienes, conociéndolo, se encierran en el egoísmo. Anímate a conocer más al Dios de Jesús.
“Tenemos ya el deber de dar testimonio común del amor de Dios a su pueblo colaborando en nuestro servicio con la humanidad” (FT 280).