Primera lectura: 2Re 24,8-17:
Nabucodonosor deportó a Jeconías y a los ricos de Babilonia
Salmo: 70:
Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre
Evangelio: Mt 7,21-29:
La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena
12a Semana Ordinario José Cafasso, confesor (1860)
22 Cuando llegue aquel día, muchos me dirán: “¡Señor, Señor! ¿No hemos profetizado en tu nombre? ¿No hemos expulsado demonios en tu nombre? ¿No hemos hecho milagros en tu nombre?”.
23 Y yo entonces les declararé: “Nunca los conocí; apártense de mí, ustedes que hacen el mal”.
24 Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca.
25 Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca.
26 Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre tonto que construyó su casa sobre arena.
27 Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y ésta se derrumbó. Fue una ruina terrible».
28 Cuando Jesús terminó su discurso, la multitud estaba asombrada de su enseñanza;
29 porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados.
La vida cristiana no puede reducirse a una hermosa teoría o conjunto de prácticas“religiosas” que tengan como fin aparentar la grandeza de un heroísmo místico o profético. Tampoco es un título o un eslogan que hace acumular puntos, para presentarse al final de la vida exigiendo el pago “merecido” por una vida virtuosa. El llamarnos cristianos, ser practicantes o devotos, no nos garantiza la autenticidad de nuestro compromiso al proyecto de Jesús.
No es suficiente escuchar o proclamar; es necesario también practicar. No existe dicotomía alguna entre fe y vida; ambas están interconectadas. En ocasiones nos gustaría seguir a un Jesús superhéroe que se pone de lado de los vencedores, que se manifiesta en los triunfos, en los milagros y cuando todo va bien. Pero Jesús nos hace caer en la cuenta de que la solidez de un cristiano consiste en la escucha y en la puesta en práctica de su Palabra. ¡Ser contemplativos en la acción! Quien así vive será capaz de sobrellevar con serenidad las contrariedades de la vida.