Diario Bíblico en Español

19 de Noviembre del 2022

Primera lectura: Ap 11,4-11: 
Estos profetas eran un tormento para la gente
Salmo: 144: 
Bendito el Señor, mi Roca
Evangelio: Lc 20,27-40: 
Es Dios de vivos

33a Semana Ordinario Ntra. Sra. de la Providencia

27 En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, los que niegan la resurrección, y le preguntaron:
28 «Maestro, Moisés nos ordenó que si un hombre casado muere sin hijos, su hermano se case con la viuda, para dar descendencia al hermano difunto.
29 Ahora bien, eran siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos.
30 Lo mismo el segundo
31 y el tercero se casaron con ella; igual los siete, que murieron sin dejar hijos.
32 Después murió la mujer.
33 Cuando resuciten, ¿de quién será esposa la mujer? Porque los siete fueron maridos suyos».
34 Jesús les respondió: «Los que viven en este mundo toman marido o mujer.
35 Pero los que sean dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no tomarán marido ni mujer;
36 porque ya no pueden morir y son como ángeles; y, habiendo resucitado, son hijos de Dios.
37 Y que los muertos resucitan lo indica también Moisés, en lo de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob.
38 No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven».
39 Intervinieron algunos letrados y le dijeron: «Maestro, qué bien has hablado».
40 Y no se atrevieron a hacerle más preguntas.
 
Comentario 

Sólo quien ha tenido hambre podrá comprender la afirmación del Salmo 144 al exclamar: «¡Nuestros graneros estén llenos!». El salmista celebra la justicia de Dios, agradece su liberación, y alaba su poder creador. Pero la abundancia de pan, como cúspide de ese cuidado divino, adquiere una importancia especial. El pan en el granero implica el aseguramiento de la vida, ‘espanta’ el fantasma del hambre y, con éste, la inanición y la muerte. Según la FAO, cerca de 50 millones de personas sufren hambre en América Latina. Y no porque no haya pan, sino porque está acaparado en el granero de los poderosos, que lo acumulan impasibles ante las necesidades del prójimo. El evangelio invita a soñar con otro mundo, aquel en el que reine la ética de Dios, que satisface la vida de sus hijos e hijas sin necesidad de atropellar la dignidad de nadie. La mujer es portadora de la bendición y salvación, precisamente ella, que estaba sometida. ¡Ni dueños absolutos de las cosas ni mucho menos de las personas!