Primera lectura: Is 56,1-3a,6-8:
Mi casa es casa de oración y así la llamarán todos los pueblos
Salmo: 67:
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben
Evangelio: Jn 5,33-36:
Jesús es la lámpara que arde y brilla
3a Semana de Adviento Adelaida, viuda (999)
33 «Ustedes enviaron una delegación a Juan y él dio testimonio de la verdad.
34 Y, aunque yo no me apoyo en testimonio humano, digo esto para la salvación de ustedes.
35 Él era una lámpara que ardía y alumbraba, y ustedes quisieron disfrutar un rato de su luz.
36 Yo tengo un testimonio más valioso que el de Juan: las obras que mi Padre me encargó hacer y que yo hago atestiguan de mí que el Padre me ha enviado».
El Adviento se desarrolla entre esa sorprendente variedad de anuncios proféticos, tan interpelantes como necesarios, con la fuerza de la denuncia evangélica. Esto nos mueve más allá de nuestra vivencia religiosa y nos hace descubrir cómo Dios está presente en la vida y la historia. El Profeta Isaías nos recuerda la necesidad de observar el derecho y practicar la justicia. Para permanecer fieles a la alianza con Dios, necesitamos comprometernos en la defensa y el cuidado de la vida. Hoy Jesús se refiere a Juan el Bautista como «lámpara que ardía y alumbraba» la vida de su pueblo. ¡Cuántas situaciones en nuestro mundo necesitan ser iluminadas por esa luz nueva de nuestro testimonio! Como discípulos y misioneros de Jesús, estamos llamados a ser reflejo de esa luz que vence hasta la más densa tiniebla. El Adviento nos anima con la esperanza profética y nos pone en guardia con la promesa del Señor que está por llegar. Pidamos al Espíritu su gracia para ser luz y testimonio.