Primera lectura: 2Re 5,1-15a:
Había muchos leprosos en Israel
Salmo: 42:
Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿Cuándo veré el rostro de Dios?
Evangelio: Lc 4,24-30:
Jesús no ha sido enviado únicamente a los judíos
3a semana de Cuaresma Ángel de Pisa (1275) Eufrasia (410)
25 Ciertamente, les digo que había muchas viudas en Israel en tiempo de Elías, cuando el cielo estuvo cerrado tres años y medio y hubo una gran carestía en todo el país.
26 A ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta en Sidonia.
27 Muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno fue sanado, sino Naamán el sirio».
28 Al oírlo, todos en la sinagoga se indignaron.
29 Levantándose, lo sacaron fuera de la ciudad y lo llevaron a un barranco del monte sobre el que estaba edificada la ciudad, con intención de despeñarlo.
30 Pero él, abriéndose paso entre ellos, se alejó.
Las palabras de Jesús ponen en evidencia las intenciones del corazón. Nazaret, su pueblo natal, parece una comunidad resignada a vivir en lo mismo, sin generar cambios reales. Las palabras de Jesús revelan la pobre imagen que tienen de sí mismos y la dureza de sus corazones. Los religiosos se indignan rechazando la novedad del mensaje. Este escenario lo podemos equiparar a esas resistencias que generan los cambios propuestos a partir de la sinodalidad en la Iglesia. Siempre encontraremos, como le ocurrió a Jesús, resistencia a la Buena Nueva del Reino. Pero esto, en lugar de desanimarnos, nos tiene que impulsar a fomentar nuevas formas de comunión. Hemos oído que la evangelización comienza por casa. El mayor de los retos hoy lo tenemos al interior de la Iglesia. Pidamos ser más dóciles a la voluntad de Dios; que nos conceda su Espíritu para que continúe guiando nuestro caminar. Qué estemos dispuestos a escucharnos como hermanos y hermanas.
“Si alguien tiene agua de sobra y la cuida pensando en la humanidad, ha logrado una altura moral que le permite trascenderse a sí mismo” (FT 117).