Primera lectura: Sof 3,1-2.9-13:
La salvación ofrecida a los pobres
Salmo: 34:
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
Evangelio: Mt 21,28-32:
Hijo, quiero que trabajes en mi viña
3a Semana de Adviento Lucía, mártir (304)
29 El hijo le respondió: “No quiero; pero luego se arrepintió y fue”.
30 Acercándose al segundo le dijo lo mismo. Éste respondió: “Ya voy, señor; pero no fue”.
31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?». Le dijeron: «El primero». Y Jesús les contestó: «Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios.
32 Porque vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron, mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas le creyeron. Y ustedes, aun después de verlo, no se han arrepentido ni le han creído».
Jesús reprocha a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo denunciando la incoherencia de su práctica religiosa. La observancia estricta de la ley en el siglo I creó un sistema religioso excluyente y clasista, carente de justicia y misericordia. Proclamar con los labios lo que no se vive ni practica deviene en doblez; el creyente llega a vivir de las apariencias y se convierte en juez de los demás. Lo que le agrada a Dios es la rectitud de intención y la humildad con la que se dice algo o se realiza cualquier gesto o acción. Por eso los recaudadores de impuestos y las prostitutas, por su condición, quedan relegados y excluidos, pero Dios les promete la dignificación en el Reino. No podemos conformarnos con el mero cumplimiento de ciertos preceptos, creyéndonos superiores a los demás. Pidamos la gracia de tener una actitud agradecida ante tanto perdón recibido y que nos impulse a dar una respuesta generosa y compasiva. Sirve de buena gana y desinteresadamente.