Primera lectura: Hch 13,13-25:
Un salvador para Israel
Salmo: 89:
Cantaré eternamente las misericordias del Señor
Evangelio: Jn 13,16-20:
Quien reciba al que envié, me recibe a mí
4a Semana de Pascua Domingo de la Calzada (1109) Nereo y Aquileo, mártires (s.I)
17 Serán felices si, sabiendo estas cosas, las cumplen.
18 No hablo de todos ustedes, porque sé a quiénes he elegido. Pero se ha de cumplir aquello de la Escritura: “El que compartía mi pan se levantó contra mí”.
19 Se lo digo ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy.
20 Les aseguro: quien reciba al que yo envíe me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me envió».
El gesto de lavar los pies de los discípulos introduce la Pasión de Jesús en el evangelio de Juan. Es un gesto de amor profundo que opera una ruptura radical y una inversión de valores: la ley del Reino es el servicio de quien se entrega por amor hasta el fin. Convertirnos en servidores incondicionales es estar en perfecta sintonía con Jesús, que se dispone a la entrega radical de la vida. Lavar los pies significa considerar a los otros como más importantes; significa también buscar el bien de las personas porque, en su felicidad, encontramos la nuestra. La comunidad está invitada a reconocer que no tiene sentido si no se promueve el servicio y la entrega: «ama tu próximo como a ti mismo», dijo Jesús. Esto puede traducirse como: “Yo soy, si tú eres”, que se entiende mejor al contrario: “Yo no soy si tú no eres”. Es decir, necesitamos unos de otros: ¡aquí está la gran verdad! ¿Qué gestos de amor desinteresado practicas?