Diario Bíblico en Español

12 de Marzo del 2023

Primera lectura: Éxodo 17,3-7: 
Danos agua de beber
Salmo: 95: 
Ojalá escuchen al Señor: “No endurezcan el corazón”
Segunda lectura: Romanos 5,1-2.5-8:
El amor ha sido derramado en nosotros
Evangelio: Juan 4,5-42: 
Un surtidor de Agua que salta hasta la vida eterna

3º de Cuaresma Luis Orione, fundador (1940) Ma. Teresita Albarracín (1959)

5 En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo José.
6 Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, se sentó tranquilamente junto al pozo. Era mediodía.
7 Una mujer de Samaría llegó a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber».
8 Los discípulos habían ido al pueblo a comprar comida.
9 Le responde la samaritana: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos no se tratan con los samaritanos.
10 Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva».
11 Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacar el agua y el pozo es profundo, ¿dónde vas a conseguir agua viva?
12 ¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños?»
13 Le contestó Jesús: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed;
14 quien beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna».
15 Le dice la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla».
16 Le dice: «Ve, llama a tu marido y vuelve acá».
17 Le contestó la mujer: «No tengo marido». Le dice Jesús: «Tienes razón al decir que no tienes marido;
18 porque has tenido cinco hombres, y el que tienes ahora tampoco es tu marido. En eso has dicho la verdad».
19 Le dice la mujer: «Señor, veo que eres profeta…»
28 La mujer dejó el cántaro, se fue al pueblo y dijo a los vecinos:
29 «Vengan a ver un hombre que me ha contado todo lo que yo hice: ¿no será el Mesías?»
30 Ellos salieron del pueblo y acudieron a él.
31 Entretanto los discípulos le rogaban: «Come Maestro».
32 Él les dijo: «Yo tengo un alimento que ustedes no conocen».
33 Los discípulos comentaban: «¿Le habrá traído alguien de comer?»
34 Jesús les dijo: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y concluir su obra…»
39 En aquel pueblo muchos creyeron en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo que hice».
40 Los samaritanos acudieron a él y le rogaban que se quedara con ellos. Se quedó allí dos días,
41 y muchos más creyeron en él, a causa de su palabra;
42 y le decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que nos has contado, porque nosotros mismos lo hemos escuchado y sabemos que éste es realmente el Salvador del mundo».
 
 
Comentario 

 

Jesús inicia una conversación con una mujer de Samaría basada en una necesidad básica humana: el agua. El agua, en nuestros contextos, puede convertirse en una causa revolucionaria para poner fin a su uso indebido y a su acaparamiento. El uso de este líquido vital e imprescindible rompe barreras culturales y religiosas pues nos permite un proceso de reflexión acerca de las fronteras y las luchas de poder en todos los ámbitos.

Una mujer se convierte en ejemplo de lo que se puede lograr si se vencen los prejuicios, las barreras y los miedos. Jesús le recuerda a la samaritana que el Dios creador de todas las cosas no quiere divisiones por raza, religión o dinero, sino que quiere que vivamos en armonía y en respeto mutuos. La mujer samaritana cae en la cuenta de que lo más valioso que poseemos es la dignidad y la manifestamos en cada acto de bondad a favor de cualquier persona, sin importar su condición. Echando afuera el temor, reconciliándose consigo misma y su entorno, esa mujer se convierte en portadora de buenas noticias, en misionera en medio de su pueblo.

Del agua como elemento vital pasamos a un asunto de crucial para la paz en el mundo: el hecho de “ser” humanos a quienes Dios llama a custodiar su Creación. La cuestión no está en si eres negro o blanco, si eres católico o musulmán, si eres rico o pobre; lo que verdaderamente está en juego para Jesús es si somos o no capaces de vivir y convivir como hijos e hijas de Dios en mundo que se desangra por tanto egoísmo. Si trabajaremos para que el agua del pozo que se recela excluyendo a muchos llegue a todos, porque ha sido creada por Dios como un bien común, para que todos bebiéramos. La comunidad discipular no entiende lo que Jesús ha hecho acercándose a la mujer de Samaría. Ahora los samaritanos, por el testimonio de esa mujer, buscan a Jesús. Quieren aprender a vivir y a bien convivir. El “Dame de beber” de Jesús resuena hoy con fuerza en nuestro mundo, sediento de experiencias significativas de sentido. Pensemos en qué lugares, en qué pozos bebemos a diario, y veamos qué tan satisfechos o, por el contrario, qué tan vacíos y sedientos permanecemos. En la cruz, Jesús dirá “Tengo sed” y solo recibirá vinagre mezclado con hiel. ¡Cuántas personas reviven esa experiencia al expresar sus necesidades más hondas y reciben también desprecio e indiferencia! Hagamos que nuestra evangelización sea un oasis humanizador.

«No maltratarás ni oprimirás al migrante que reside en tu territorio, porque ustedes fueron migrantes en el país de Egipto» (Ex 22,20) (FT 97).