Primera lectura: Hch 12,24–13,5a:
Apártenme a Bernabé y a Saulo
Salmo: 67:
Oh Dios, que todos los pueblos te alaben
Evangelio: Jn 12,44-50:
Yo he venido al mundo como luz
4a Semana de Pascua Frei Galvão (1822)
45 y el que me ve, ve al que me envió.
46 Yo soy la luz y he venido al mundo para que quien crea en mí no se quede a oscuras.
47 Al que escucha mis palabras y no las cumple yo no lo juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
48 Quien me desprecia y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he dicho lo juzgará el último día.
49 Porque yo no hablé por mi cuenta; el Padre que me envió me encarga lo que debo decir y hablar.
50 Y sé que su encargo es vida eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha dicho el Padre».
Hechos de los Apóstoles relata el inicio de los grandes viajes misioneros que condujeron a Pablo de las periferias hacia la ciudad de Roma, el corazón del imperio romano. Fueron viajes difíciles, largos, peligrosos; sin embargo, nadie podía detener la difusión de la Buena Noticia del Evangelio porque se trataba de palabras de vida y esperanza, junto a la promesa de Salvación. El Espíritu Santo es quien elige a Bernabé y Saulo para esta primera misión, de modo que cuentan con su fuerza y asistencia, así como Jesús se los había prometido.
Actualmente muchos de los mensajes que escuchamos en las predicaciones no parecen tan inspirados, especialmente cuando no nos invitan al compromiso transformador y liberador de la realidad. En cambio, los profetas del Antiguo Testamento se transforman en “boca” de Dios que denuncia las injusticias con valentía. Necesitamos ser verdaderos oyentes y servidores de la Palabra que iluminen con el ejemplo, la vida del mundo. ¿Cómo te preparas o dispones para escuchar la voz de Dios?