Editorial
«Será difícil que nos ocupemos y dediquemos energías a dar una mano a los que están mal, si no cultivamos una cierta austeridad, si no luchamos contra esa fiebre que nos impone la sociedad de consumo para vendernos cosas, y que termina convirtiéndonos en pobres insatisfechos que quieren tenerlo todo y probarlo todo» (GE 108).
Todo este mes nos acompañará el evangelio de Juan, motivándonos a trabajar por el alimento que perdura desde el debate-discurso del «pan de vida». Sabemos que en el sistema-mundo actual, donde todo parece reducirse al consumo ilimitado, nuestra vida se agota (y a veces se frustra) desgastando las energías en aquello que no alimenta y que no genera vida en plenitud, sino vidas insatisfechas. Es bueno, entonces, dejarnos iluminar por las palabras de sabiduría de Jesús que nos invita a alimentarnos del pan que da verdadera vida al mundo. Jesús y su causa son ese alimento que terminamos despreciando, distraídos o deslumbrados por aquello que nos ofrece el aparato publicitario.
¿A qué nos continúa invitando la Pandemia que llegó para quedarse? ¿Estaremos aprendiendo a valorar y cuidar más la vida vulnerable? Seguimos asistiendo a un mundo donde el hambre mata a más personas que el mismo Coronavirus. ¿Cuándo pondremos un límite al afán de poseer y acaparar?
Si nos desentendemos de la vida de los demás y nos gana la indiferencia, es signo de que otros alimentos satisfacen temporalmente al mundo. Si, en cambio, nuestro alimento es Jesús y su causa, nuestra mirada y nuestro corazón se tendrían que estar enfocando en saciar el hambre y la sed de sentido que parece estarse ahogando en los corazones extraviados. No dejemos pasar la oportunidad de ser también pan que da vida a quienes nos rodean y hagamos renacer la esperanza.
En nuestra oración digamos con fe sincera, a Jesús que nos enseñe a ser pan partido para dar vida al mundo.