Editorial
Y llegamos al final de un año de experiencias y aprendizajes compartidos, siempre con la sensación de no haber hecho lo suficiente desde la perspectiva del Reino de Dios; muchos proyectos y planes realizados, mucha virtualidad religiosa y formativa, mucho aprendizaje bíblico-hermeneútico, pero nos quedamos muy cortos de cambios y transformaciones personales y comunitarias, poco aporte al cambio climático, poca reconciliación profunda con la vida misma, especialmente si se trata de contrarrestar tanto indivudualismo, indiferencia y desigualdad.
Por eso llega el Adviento, con esa luz mayor que ha disipar toda duda y desesperanza, para recordarnos que el Reino de Dios se gesta en lo pequeño, en lo sencillo, en lo imperceptible. Como comunidades familiares y eclesiales recibimos la invitación a valernos de esa reserva de bondad que anida en nuestros corazones, sabiéndonos capaces de cambiar nuestras actitudes, respuestas y gestos.
El camino de sinodalidad al que estamos viviendo como Iglesia, nos haga personas con mirada apreciativa, capaces de escuchar y aprender de otras voces y experiencias, discerniendo la voluntad de Dios y al final el sentido de nuestro ser cristianos en el mundo de hoy.
Seamos capaces de abrirle nuestro corazón a esa Buena Noticia de salvación que nos llega en Jesús y con su fuerza transformadora llenemos al mundo de luz y esperanza. ¡Feliz Natividad del Dios con Nosotros y Bendecido Año 2022!